
Ella corre a más no poder, el pecho está a punto de reventarle, no puede, no debe detenerse, sabe que si lo hace no podrá llegar a su destino a tiempo.
Corre, choca con la gente y ésta que la mira extraño, mira su reloj 2:45
- mierda- dice entre jadeos.
Lágrimas amargas recorren sus mejillas encendidas.
¿ Cómo no tener alas y poder volar?
¿ Cómo no saber materializarse en diferentes lugares ?
¿ Cómo no tener una segunda oportunidad ?
Tantas preguntas.
Está a punto de llegar al Terminal, está nerviosa, espectante, con miles de miedos que no tienen fundamento. Busca entre la gente la cara conocida, los ojos tiernos, esos labios perfectos. Nada.
Empieza a decesperarse...las lágrimas no la dejan ver, el ruido de la gente le tapa los oidos...y él no aparece.
Llora... grita... se ahoga con su propio llanto, con su proprio jadeo.
Él no está y ella nunca podra decirle sus verdaderos sentimientos.
Por él...solo por él cambió todo y lo haria otra vez. Pero él no lo sabe. Él se marcho lejos para siempre. Ella nunca tuvo el valor de decirle tantas cosas... De regalarle la Luna... De bailar bajo las estrellas... De caminar por la playa... De darle besos secretos...De llorar en su pecho.
Y ahora...él no está...se fue lejos de sus brazos. Ella llora y repite su nombre en susurros:
- Eduardo
- Eduardo
- Eduardo
No está
Se sienta desconsolada, esperando un milagro, esperando a que él aparezca, le ofrezca su mano y la guie por éste mundo ingrato.
Pero él no aparece.
Lagrimas negras recorren sus mejillas, inundan sus ojos tristes, su corazón desolado. Lleva sus manos al pecho, los jadeos le queman la garganta, las manos le hierven y los sueños se le hacen trizas. Esconde su cara entre los brazos, los sollozos la sacuden cada vez más fuerte, en su pecho algo se rompe:
Un sueño tal vez...una esperanza.
Una mano extraña se posa en su hombro:
- Eduardo- susurra.
Una mano corta su llanto.
Una mano en su hombro.
Una mano tibia.
Una mano le devuelve la fé.
Una mano le hace feliz...inmesamente feliz.
Ya no tiene miedo.
Se siente fuerte, grande.
Una mano le hace sonreir.
Es él...tiene que ser él- piensa mientras se seca las lágrimas.
Se dá vuelta lentamente...aún no puede creer que sea él.
La mano suelta su hombro.
Unos ojos extraños la miran con pena.
La otra mano extraña extiende un pañuelo.
La tristeza y soledad le caen en la espalda como un pesado bulto.
Un bulto que jamás se fue.
Toma el pañuelo y agradece el gesto.
Dá media vuelta.
Sale del Terminal.
